domingo, 6 de mayo de 2012

LA NOCHE Y YO



La noche y yo

Al fondo la canción recuesta tu cabeza en mi hombro y llora,
un mate caliente de compañía, hojeando mi viejo diario,
veo caras, escucho sonrisas, recuerdo cada línea escrita.
Historias escritas en prosa, en el medio una rosa seca,
década y media ha pasado y sigue aún roja y perfumada,
la usé de señalador justo al lado de la figura del cráneo.
-La que dibujé en la clase del segundo curso del colegio
en plena clase de castellano, donde mi mente divagaba
por horizontes lejanos y desconocidos en busca de novedad-

La selección automática de mi reproductor de música cambia,
es la canción de Soraya… de repente…
pareciera embrujada… justo esa canción que marcó tanto.
Tantas veces me encontraba como hipnotizada en un sueño,
confundida, al igual que en la canción, pero maravillada.
-Soledad, quietud, pensamientos que me llevan a ti-

Oigo a Roxette, recordándome que soy una mujer.
Sí, me equivoqué tantas veces queriendo acertar,
impulsiva, natural, al final persona normal…
Y me miro reflejada en la pantalla de mi ordenador,
-una noche más escribiendo y teniendo la música de compañía-
Ahora Queen me acuerda que siempre quise ser libre,
ese aire de libertad cada mañana, mirar atrás y decir tarea cumplida.
Levantar la mirada para adelante y ver el camino que falta por recorrer,
es un largo trecho, habrá días en que será por demás cansativo,
sin nadie con quien hablar, reír, abrazar, llorar:
Sin alguien que sea testigo de mi existencia por este mundo.
Pareciera que hoy mis canciones tienen vida propia.
Ednita me hace recordar que siempre me costó creer en cupidos
y sueños, y amores eternos… pero en el fondo una esperanza,
de estar entrando en agua más profunda sólo por pensar en ti.
Lo ilógico volviéndose lógico, abriendo la caja que nunca me animé,
esta vez despierta pero con ganas de soñarte cada día.



© Mabel C. Cuenca
6/05/2012

Aroma de café


Aroma de café

El aroma de café perfumaba mi habitación.
Eran las 20:30 y los perros ladraban allá afuera.
Una cama, una pluma y tu recuerdo en aquélla taza.
Recordaba tu rostro, esos ojos penetrantes,
tus labios carnudos besándome la nuca.
Sentí tus manos deslizar bajo la sábana blanca
buscando trazar en mis curvas el mejor camino.
Eran las 20:35 y el café destilando calor,
sentía el sabor de tu boca, dulce néctar de los dioses.
Tu piel sudorosa, tu respirar profundo,
tus miradas gritándome sus deseos de poseerme.
Un sorbo de café, un suspiro, otro beso,
el candor de tu cuerpo encendiéndome.
Eran las 20:40 y tu susurro contándome sus secretos,
pecados inconfesables por amor cometidos.
Un sorbo más de café, y cerramos los ojos,
escuchábamos sólo la charla de nuestros corazones.
Abrí los ojos… eran las 20:45 y tú no estabas allí,
el café aún caliente, otro sorbo, una sonrisa en mí.
Viajé por un instante en nuestro mundo,
tú estabas allí y sólo tomé unos sorbos de café.


©Mabel Coronel Cuenca

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