viernes, 7 de junio de 2024

 LA VIDA EN SU SENCILLEZ: REFLEXIONES DESDE LO COTIDIANO

Por Mabel Coronel Cuenca

En una era saturada de avances tecnológicos y constantes distracciones, parece que nos hemos alejado de las pequeñas maravillas que, aunque a menudo pasadas por alto, tienen el poder de evocarnos las reflexiones más profundas sobre nuestra existencia. ¿Quién diría que el canto matutino de los pájaros podría ser el catalizador de tan profundas meditaciones sobre el sentido de la vida?

Despertarse con el suave trinar de los pajarillos en la ventana no es solo un despertar físico; es una invitación a abrir los ojos del alma. Es en ese instante de conexión con la naturaleza donde se gesta una comprensión más íntima y esencial de nuestra propia humanidad. Abrir la puerta y dejar que la vista se recree con la belleza de las flores, mientras el viento acaricia suavemente nuestro rostro, es un recordatorio tácito de que la vida sigue su curso imparable, independientemente de nuestras circunstancias personales.

Cada mañana, al dar unos pasos en el jardín y observar cómo lo sembrado ha crecido, es un reflejo de nuestro propio crecimiento interior. Las plantas, en su silencioso devenir, nos enseñan la paciencia y la perseverancia. Nos recuerdan que, aunque no siempre veamos resultados inmediatos, el tiempo y el cuidado constante traen consigo frutos visibles y tangibles.

El sol, jugando a las escondidas entre las nubes, nos ofrece una metáfora de nuestra propia existencia. A veces tímidos, otras veces radiantes, fluctuamos entre la sombra y la luz, entre la duda y la certeza. Sin embargo, como el sol, nunca dejamos de brillar, aunque a veces nuestra luz se oculte momentáneamente.

En estos momentos sencillos encontramos una verdad profunda y universal: la vida sigue. No importa el estado de ánimo en el que nos encontremos, ya sea tristeza, alegría, soledad o compañía, la vida continúa su curso incesante. Nos corresponde a nosotros decidir cómo queremos vivir cada instante, cómo queremos apreciar cada pequeño milagro que se despliega ante nuestros ojos.

Este recordatorio constante de que la vida sigue nos invita a valorar cada momento, a encontrar significado y belleza en lo ordinario. Nos insta a vivir con la consciencia de que, aunque un día ya no estemos aquí, la vida continuará su eterno ciclo. Y es precisamente en esa continuidad donde radica la verdadera belleza y el propósito de nuestra existencia.

A través de estas sencillas pero profundas observaciones, somos llamados a reconectar con la esencia misma de la vida, a celebrar la existencia en su forma más pura y elemental. Porque, al final del día, es en la apreciación de estas pequeñas cosas donde encontramos el mayor significado y el mayor consuelo: la vida sigue, y nosotros, en nuestra humanidad, formamos parte integral de ese maravilloso y perpetuo flujo.

En la simplicidad de cada amanecer, en la delicadeza de cada flor, en el juego luminoso del sol entre las nubes, encontramos el recordatorio de que la vida es un regalo continuo. Nuestra tarea es aprender a vivir con gratitud y aprecio, sabiendo que, aunque nuestras historias personales lleguen a su fin, la gran narrativa de la vida continúa, eterna y resplandeciente.


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