lunes, 3 de junio de 2024

 EL VALOR DE LA AUTENTICIDAD EN UN MUNDO DE APARIENCIAS

Vivimos en una época donde las apariencias a menudo prevalecen sobre la esencia, y nos encontramos constantemente debatiendo entre mostrarnos tal como somos o esconder nuestras vulnerabilidades tras un antifaz cuidadosamente elaborado. Este dilema, que resuena profundamente en la experiencia humana, nos invita a reflexionar sobre el verdadero valor de la autenticidad frente a la máscara de la perfección.
La autenticidad, representada por la "cara lavada", es la expresión más pura de nuestra esencia. Es mostrarnos tal como somos, con nuestras cicatrices y marcas de vida, sin temor a ser juzgados. Esta verdad desnuda, aunque a veces incómoda y vulnerable, tiene un poder innegable: el de conectar genuinamente con los demás. Cuando nos presentamos sin máscaras, permitimos que los demás vean nuestra humanidad, nuestras luchas y triunfos, y se sientan inspirados y reconfortados por la realidad compartida de la condición humana.
Por otro lado, el "antifaz" simboliza la apariencia cuidadosamente construida, la imagen que proyectamos para ser aceptados, admirados o incluso idolatrados. Este antifaz, adornado y perfecto, puede ofrecer una sensación de seguridad y aceptación en un mundo que valora la imagen sobre la sustancia. Sin embargo, esta seguridad es a menudo ilusoria. Detrás del antifaz, nuestras verdaderas emociones y experiencias permanecen ocultas, lo que puede conducir a una desconexión interna y externa, y a una sensación de soledad y falsedad.
En la interacción social, las máscaras son comunes. Las conversaciones superficiales, las imágenes editadas y las personalidades pulidas son moneda corriente. Sin embargo, estas interacciones pueden ser vacías y desprovistas de profundidad. La belleza superficial puede hipnotizar y engañar, distrayendo de la realidad y evitando que veamos y comprendamos lo que realmente importa: la esencia de quienes somos.
El valor de la autenticidad radica en su capacidad de crear conexiones verdaderas y significativas. Cuando nos permitimos ser vulnerables, mostramos una valentía que inspira a otros a hacer lo mismo. Esta autenticidad no solo nos libera de las expectativas externas, sino que también nos permite vivir una vida más plena y satisfactoria, en armonía con nuestra verdadera naturaleza.
En un mundo que a menudo premia la superficialidad, ser auténtico es un acto de resistencia. Es desafiar la norma y elegir la verdad sobre la apariencia, la profundidad sobre la superficialidad. La autenticidad, aunque a veces difícil, es esencial para nuestra salud emocional y espiritual, y para la construcción de relaciones genuinas y significativas.
Es hora de valorar más nuestras "caras lavadas", de celebrar nuestras imperfecciones y de abrazar la verdad de nuestra existencia. Al hacerlo, no solo nos liberamos a nosotros mismos, sino que también damos permiso a los demás para que hagan lo mismo, creando un mundo más auténtico, comprensivo y humano. En última instancia, la verdadera belleza reside en la autenticidad, en la valentía de mostrarnos tal como somos y en la conexión profunda que solo puede surgir cuando dejamos caer nuestros antifaces.
¿QUÉ VALE MÁS?
¿Qué vale más...?
¿Una cara lavada o con antifaz?
El rostro escondido, cubierto de maquillaje,
casi siempre invita a una conversación amena.
Palabras vienen, palabras van….
Una bella imagen hipnotizante
deteniendo el pensamiento
del observador inexperto;
aquel que fija la atención en lo obvio
dejando escapar la esencia encubierta
detrás de un mero antifaz…
tan bello, lleno de purpurinas,
tapando aquella cara lavada,
que en su mirada lleva clavada
las estacas que le han incrustado
la vida y las demás personas
dueñas de los más hermosos
antifaces, hechos a medida…
Y la pregunta que no quiere callar,
¿Qué vale más?...
¿Una cara lavada o con antifaz?
©Mabel Coronel Cuenca


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